A eso de las nueve de la noche Rafaelillo y Juan José Padilla se iban a hombros por la Puerta Grande de la plaza de Pamplona. Gran triunfo, trabajado y sudado, ante una complicadísima corrida de Miura. Corrida de Pamplona, y sobran los adjetivos. Porque decir que una corrida de toros para Pamplona es grande y cornalona es una redundancia y una obviedad.
JOSÉ FRANCISCO BAYONA, PAMPLONA El triunfo de Rafaelillo tuvo el valor y la importancia de que el murciano lo obtuvo ante dos toros que no le regalaron ni una sola embestida. Y, sin embargo, el torero dio una sensación de ambición y seguridad deslumbrante. Las dos faenas de Rafaelillo fueron largas, tuvieron mucho fondo y asiento, y a pesar del evidente peligro de sus dos toros, el torero respiró siempre con tranquilidad y suficiencia. Sin agotarse, física ni psíquicamente. Ni siquiera después de que el tercero de la tarde le cogiera durante la faena de muleta y volviera a echarle mano en la estocada. Ni siquiera después de que el sexto lo tuviera a tira otra vez más. Pero no sólo en esos tres momentos hubo peligro, las dos actuaciones de Rafaelillo se vivieron bajo la sospecha de que en cualquier momento podía ser herido el torero. Por la firmeza y la entrega con la que el murciano se planteó su paso por Pamplona. A cara o cruz. Pero sin aspavientos. Todo muy sobrio. Muy serio y muy importante. El triunfo de Rafaelillo ayer en Pamplona ante la corrida de Miura tendrá repercusión a todos los niveles.
Un animal de 665 kilos
Rafaelillo saludó a su primer toro con dos largas cambiadas de rodillas de las que el de Miura salió suelto. Luego volvió a echarle las rodillas en tierra para torear a la verónica, pero el animal, con 665 kilos, seguía abanto. Se estiró Rafaelillo, entonces, con decisión para recoger al toro y fijarlo. Y en ese saludo hubo lances de muy buen trance. El toro llegó al último tercio con movilidad a pesar de haber tomado tres puyazos. Incómodo y violento, todo el mérito de la faena fue de Rafaelillo que, sobre todo por el lado derecho, consiguió empujarlo para adelante y robarle muletazos de mucha fibra, en series largas y densas. Hacia el final del trasteo el toro alcanzó a Rafaelillo, que se zafó con agilidad de los pitones haciendo la croqueta. La gente fue entrando en la faena poco a poco, y terminó de convencerse del tremendo esfuerzo hecho por el murciano tras verle irse detrás de la espada a tumba abierta. El torero salió rebotado del choque y el toro con una estocada hasta las cintas. El sexto fue aún más complicado porque no pasó por ninguno de los dos pitones. Rafaelillo se puso muy de verdad y consiguió robarle naturales de gran importancia. Rafaelillo compartió triunfo con el alegre Padilla. El jerezano leyó la tarde a la perfección y se metió a las peñas en el bolsillo: "¡Illa, illa, illa, Padilla maravilla!". Soberbio el tercio de banderillas del segundo. Dispuesto y bullidor siempre. Pero sin terminar de cuajar el fenomenal pitón derecho del quinto toro de la tarde, el único verdaderamente potable de todo el encierro. El Fundi, solventó con torería las complicaciones de un lote imposible. El cuarto le cogió feamente al entrar a matar y el de Fuenlabrada tuvo que ser atendido en la enfermería de una herida que no reviste mayor gravedad. Decepcionante -otra más- corrida de Miura. Decisión y maestría de Fundi, alegría y listeza de Padilla. Pero triunfo caval y de mucho fondo el del murciano Rafaelillo.